★★★☆☆
El pasado mes de septiembre se estrenó el primer largometraje del director Parker Finn, Smile. Una película de terror que adapta a dos horas el cortometraje de 2020, Laura Hasn’t Slept, dirigido por el mismo Finn.
El trailer vaticinaba un bombaso escalofriante como pocos, con una propuesta interesante, misteriosa y sobre todo con una premisa que ofrecía en imágenes una experiencia perturbadora, con aquella «sonrisa» inquietante… ¿cumple con la promesa? Al menos desde mi punto de vista: No.
Lo que podría haber sido una película cargada de suspense, henchida de ese miedo incómodo que te sigue por varios días, con una propuesta que descansa en un thriller elaborado y atractivo, termina siendo un remedo de películas como It Follow y The Ring, pero mal. Ofreciendo más de lo mismo y totalmente entregada al susto fácil. Con una historia que en dos horas de metraje, nos cuenta bastante poco.
La cinta narra la historia de Rose, una jóven psiquiatra que presencia como una de sus pacientes se suicida en frente de ella, con una macabra sonrisa. Siguiendo la pista de esta chica muerta, Rose intenta develar el misterio de una serie de suicidios que se transmiten por una especie de «mal», que ahora la persigue a ella.
En el repato contamos con Sosie Bacon (13 Reasons Why, 2017) como la Dra. Rose, con Jessie Usher (The Boys, 2019) como Trevor y Kyle Gallner (Extrañas apariciones, 2009) como Joel, en los papeles principales. Que a pesar de no defraudar, están lejos de entregar alguna interpretación memorable.
Si tenemos que rescatar algo de la película eso sería su propuesta visual. La cinta ofrece imágenes intensas (prácticamente todas vistas en el trailer), que habrían funcionado mucho mejor si se hubiera prescindido del cómodo recurso del sobresalto y trabajado más el miedo que ese sustíto pueril, que olvidas a los 10 minutos.
Un interesante y angustioso comienzo que se desinfla con ingredientes narrativos tan clichés y recursos tan masticados, que a día de hoy nos parecen inverisímiles, como la típica negación totalmente dogmática por parte de Trevol de tan si quiera abrirse a la posibilidad de la existencia de lo sobrenatural, aún tratándose de su propia novia, quien además es psiquiatra. Cuando menos algo de duda razonable se merece la piba ¿no? Un subterfugio tan visto que ya resulta indijesto de ver.
La sub-trama del complejo psicológico de la protagonista (sembrado a lo largo de todo el metraje), habría sido un camino más fértil por recorrer. Pero queda desaprovechado al presentarnos tantas pruebas objetivas y tangibles de los sucesos que no nos permite dudar de la veracidad del relato del personaje de Bacon. Lo que termina por mermar la intriga psicológica potencial que podría haber tenido la historia.
Todo esto sumado a que la resolución final de como contener la transmición de este «mal» es tan obvio, que se suma a los puntos flacos del guión, volviendolo alarmantemente prececible.
Lo más competente de la película está en las secuencias de apertura y en el último tramo, que es donde Finn da rienda suelta a su imagineria como autor, brindándonos uno de los esperpentos más grotescos de los últimos años. Infortunadamente no consigue compensar todo el intervalo medio, que se extiende como un clicle y se torna pesadamente redundante, con un esquema de tramiento ya muy visto en el medio.
Para mí Smile debió quedarse en lo que era, un cortometraje. Finn alarga inutilmente la trama hasta las dos horas dejando, además, sendas interrogantes sin contestar. Con un cuadro argumental copiado de películas anteriores, incluso con un plano y diálogo calcado de la ya mencionada película de Verbinski. En definitiva una propuesta que no arriesga nada, salvo por ciertas imagenes impactantes que son prueba del potencial que Finn podría tener en el género si se dedica a labrar mejor sus historias.
En conclusión, a Smile le doy 3 estrellas muy justitas, rayando en lo mediocre, pero rescatando su peculiar método efectista a la hora de instalar imágenes terroríficas.
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