En el vasto panteón del cine de ciencia ficción y acción, donde los héroes suelen ser musculosos, infalibles y revestidos de una épica irreal, hay figuras que, sin alardear, se ganan un lugar en la leyenda por la vía menos evidente: la de la víctima inolvidable. Tal es el caso del entrañable Bill Paxton, actor de carisma genuino y mirada chispeante, que ostenta un récord tan macabro como glorioso: ser el único ser humano en morir a manos de un xenomorfo, un terminator y un depredador. Un hito fílmico que lo convierte en algo así como el santo patrón de los fiambres cinematográficos.
Paxton, tejano de nacimiento y alma gamberra, supo desde temprano que el drama no siempre vive en la victoria. A veces, el encanto reside en saber morir con estilo. Y vaya que lo hizo.
Primer Asalto: The Terminator (1984)
Un joven Paxton aparece apenas unos minutos, pero suficientes para dejar huella. En una secuencia casi punk, un T-800 recién llegado del futuro lo encuentra junto a su pandilla y lo despacha sin ceremonia. No hubo redención, ni resistencia: solo una chaqueta que cambió de dueño y un cadáver más en el callejón de la historia. Pero incluso ahí, Paxton se las arregló para brillar como una luciérnaga en la morgue.
Segundo Acto: Aliens (1986)
Su interpretación del cabo Hudson, un soldado bocazas, sarcástico y aterradoramente humano, es ya parte del folklore cinéfilo. Hudson empieza como un bravucón insoportable, pero su máscara se agrieta ante el horror. Durante una escena de pánico absoluto, suelta la ya mítica línea: «Game over, man! Game over!», una descarga de angustia tan humana que se volvió inmortal. Pero su final no fue el de un cobarde: murió con el dedo en el gatillo y los dientes apretados, resistiendo hasta que lo sobrepasó la horda alienígena. Una muerte digna, aunque sucia, como manda el guion en la guerra contra el horror cósmico. ¡Y ojo! Tanto Terminator como Aliens, dirigidas por Cameron…
Tercer Round: Predator 2 (1990)
Ya más maduro y con una chispa aún más aguda, Paxton encarna al detective Jerry Lambert, un tipo que mezcla valentía con un dejo de comedia autodefensiva. Su encuentro con el depredador es brutal, claro, pero su actitud —mitad arrogancia, mitad resignación— es la de alguien que sabe que la muerte es solo el precio del espectáculo. No se fue sin pelear, ni sin soltar un chiste. Como buen artista, sabía cómo salir de escena con una reverencia invisible.
El Universo Compartido (Y la Broma Cósmica)
Lo más fascinante de este sangriento trío es que Alien, Predator y Terminator han compartido universo en los cómics. Gracias a Dark Horse Comics —ese patio trasero donde todo es posible—, hubo cruces insospechados que cimentaron la posibilidad de un multiverso donde estos monstruos coexisten. Que Paxton haya sido víctima de todos ellos lo convierte, sin querer, en el eslabón perdido del horror high-tech, el mártir de una mitología no oficial pero ferozmente adorada por los fanáticos.
Epílogo con Sangre y Sonrisa
En un mundo donde muchos actores buscan ser recordados por sus papeles heroicos, Bill Paxton alcanzó la gloria por saber morir mejor que nadie. Sus muertes fueron memorables no por su crudeza, sino por el arte con que las vivió. Murió como vivió en pantalla: con un guiño al público y el corazón en la boca.
Bill Paxton se marchó de este mundo en 2017, a los 61 años, dejando tras de sí una estela de personajes entrañables, granujas carismáticos y víctimas memorables. Su muerte no solo fue prematura, sino también profundamente sentida por colegas y fanáticos que lo consideraban un raro espécimen en Hollywood: genuino, versátil, y siempre dispuesto a lanzarse al vacío con una sonrisa torcida.
Hoy, más que un simple actor de reparto, es una leyenda envuelta en celuloide y pólvora interestelar. Donde quiera que esté, posiblemente vaya por ahí fumándose un cigarro, soltando un chiste irreverente y diciendo: «Game over, man? Not quite yet.»
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