Clásicos de siempre: La pasión de Juana de Arco, de Dreyer

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★★★★★

Posiblemente el metraje más recordado de su director. Una obra maestra incuestionable, una película que encanta por su fuerza visual y, sobre todo, por ese brío inmejorable de María Falconetti en el papel de Juana, virtudes que hacen de esta cinta una experiencia enérgica e inmortal al paso del tiempo.

Dirige Carl Theodor Dreyer, director danés, que nos presenta su noveno largometraje en su época muda, en 1928. Un estremecedor relato que narra esencialmente los momentos previos a la ejecución de Juana en la hoguera, luego de haber sido apresada y ulteriormente condenada por los franceses fieles a Inglaterra, tras los acontecimientos de la Guerra de los Cien Años.

Incluso antes de comenzar el rodaje, la película no estuvo libre de polémica. Muchos franceses no veían con buenos ojos que Dreyer, un danés, fuera el encargado de adaptar a la gran pantalla la historia de una heroína y mártir francesa. Y aún cuando el guion (a cargo del mismo Dreyer y Joseph Delteil) estuviese basado en las transcripciones reales del juicio por parte de la Inquisición, la sola idea de llevar al cine los últimos momentos de Juana, y su posterior ejecución, activó las alarmas censoras por parte del oficialismo francés y las autoridades eclesiásticas. Por qué habrá sido… ¿no?

Aún con todo la cinta fue muy bien recibida por el público, además de elogiada por la crítica. Instalándose así como un hito del séptimo arte y un referente de visionado obligado por los aficionados al cine.

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María Falconetti encarnando magistralmente a una Juana sufriente, durante todo el metraje.

La cinta de Dreyer destaca por varios motivos, uno de ellos es la sentida encarnación de Falconetti como Juana, que Dreyer exprime a concho con primeros y primerísimos primeros planos, y ya no sólo del sufrido rostro de la actriz, sino también el de sus inquisidores, enseñando sobre todo las imperfecciones del principal de ellos, ecentuando así el aspecto grotesco y marchito de sus sentenciadores. Todo esto realzado por la atinada decisión de privar a los actores de maquillaje, sumado a un específico uso de la iluminación, enfatizando magistralmente el tormento de Juana y el deslucido rostro de sus perversos captores.

Mucho de esto se debe al director de fotografía Rudolph Maté (quien trabajo también junto con Dreyer en su siguiente trabajo, Vampyr). Maté utilizó la técnica pancromática, obteniendo así una fotografía más definida, motivo por el cual llevó al director danés a excluir el uso de cosméticos en sus actores, algo ineludible en la fotografía ortocromática, más sensible a los espectros lumínicos, que producía un efecto de emulsión fotográfica que debía corregirse forzosamente con maquillaje para lograr colores y tonos más verdaderos.

La figura de Falconetti ha sido elevada como un icono de la interpretación doliente. No sólo por su papel de Juana, sino que el hecho de que fuese su único rol protagónico en un largometraje y su trágico suicidio a sus cortos 54 años en Buenos Aires, acrecentó su aura de leyenda. Su paso por el cine fue una breve escala, pero nunca dejó las tablas.

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La película de Dreyer nos ofrece una cinta profundamente honesta. No se trata de encomiar la persona de Juana, sino que se encarga de presentarnos tanto la fortaleza y lealtad de Juana a Dios, como su oscuro tránsito de debilidad y finalmente redención, antes de ser ejecutada. Momento en el cual el pueblo toma cartas en el asunto y levanta la voz en favor de Juana.

La mirada de los inquisidores tampoco remite sólo a un interrogatorio absurdo y ruin (como podría pensarse), sino que muchos de sus cuestionamientos se mueven en el territorio de lo razonable. Lo que insta al espectador a interpelarse ciertas cuestiones. «¿Cómo se puede diferenciar una visión de Dios o del Diablo?» pregunta uno de los eclesiásticos. Aún siendo una interrogante legítima, Dreyer pone la vista en el vicio del poder y el miedo a perderlo. La inquisición (esclava de su arrogancia) impone su facultad mediante como la única vía para la salvación humana. Juana (al sentirse salva directamente por Dios) es acorralada por el clero quienes le apremian para que confiese la invalidez de la Iglesia, a sabiendas de que este agravio le costaría la vida.

No es casualidad que el relato de Juana remita a lo sucedido siglos atrás con el mismísimo Cristo. Algo que no sentó muy bien en las esferas eclesiásticas, quienes habían canonizado a la Doncella de Orleans sólo ocho años antes. Dejando en evidencia pública la necedad de la Sagrada Institución.

La pasión de Juana de Arco simboliza el triunfo de la imagen sobre la palabra. Donde muchos podrán decir que descansa la verdadera esencia y virtuosismo del cine. Convirtiendo a esta película en una joya innegable del séptimo arte.

CURIOSIDADES

  • Después de completar el corte original de la película, toda la copia maestra fue destruida accidentalmente. Sin posibilidad de volver a filmar, el director reeditó toda la película a partir de imágenes que originalmente había rechazado.
  • La productora fue la única disconforme con la cinta. Luego de invertir grandes sumas de dinero en decorados, vieron que la película de Dreyer era básicamente planos medios y primeros planos. Y de los decorados, prácticamente nada.
  • A pesar de que se proyectó con acompañamiento musical en vivo en el teatro, no se sabe si el director optó por alguna partitura específica para su película. Todas las versiones actuales usan Voices of Light de Richard Einhorn como acompañamiento musical.

CITAS DESTACADAS

  • Juana: Querido Dios, acepto mi muerte con gusto, pero no me dejes sufrir demasiado. ¿Estaré contigo esta noche en el Paraíso?
  • Juana: Afirmas que soy enviada por el diablo. No es verdad. Para hacerme sufrir, el diablo te ha enviado… y a ti… y a ti… y a ti.
  • Évêque Pierre Cauchon (Obispo Pierre Cauchon): ¿Entonces crees que Dios odia a los ingleses?
    Juana: No sé si Dios ama u odia a los ingleses; pero sé que todos los ingleses serán expulsados ​​de Francia, ¡excepto los que mueran aquí!
  • Juana: Para salvar a Francia, es por eso que nací.
  • Évêque Pierre Cauchon (Obispo Pierre Cauchon): ¿Por qué usa ropa de hombre? Si te damos ropa de mujer, ¿la usarías?
    Juana: Cuando termine la misión que Dios me ha encomendado, volveré a vestirme de mujer.
  • Évêque Pierre Cauchon (Obispo Pierre Cauchon): ¿Cómo se distingue un ángel bueno de un ángel malo?
  • Viejo: ¡Has quemado a una santa!

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