El Robo del Cráneo
Friedrich Wilhelm Murnau, maestro del cine expresionista alemán y director de la icónica película Nosferatu, de 1922 (entre otras obras maestras), no solo dejó un legado perpetuo en la historia del cine, sino que también protagonizó, varias décadas después de su muerte, un episodio digno de una trama cinematográfica de terror.
En julio de 2015, el cementerio de Stahnsdorf, ubicado en las afueras de Berlín, fue escenario de un macabro descubrimiento: la tumba de Murnau había sido profanada y su cráneo, sustraído. Curiosamente, los ataúdes de sus hermanos, situados en el mismo panteón familiar, permanecieron intactos, lo que sugiere que los profanadores tendrían un interés particular en los restos del director.
También se encontraron restos de cera en las proximidades de la tumba, lo que llevó a especulaciones sobre posibles rituales ocultistas realizados durante la profanación.
¿Una Oscura Vida Pasada?
La vida de Murnau ya estaba envuelta por la tragedia y lo escalofriante desde antes del mentado incidente. Falleció en 1931, a los 42 años, en un accidente automovilístico en California. El vehículo era conducido por un joven filipino de tan sólo 14 años, quien, según algunas fuentes, era amante del director.
Para comprender por qué alguien robaría el cráneo de Murnau, hay que volver a la obra por la que sería más recordado: Nosferatu. La cinta no solo es una de las cumbres del cine expresionista, sino que también está impregnada de un aura siniestra que ha alimentado su leyenda. Su productor y director artístico, Albin Grau, era un ferviente ocultista y miembro de logias esotéricas (como la Fraternitas Saturni), quien buscaba crear un filme que explorara las posibilidades ocultistas dentro del cine.

Ilustración de Nosferatu, por Albin Grau
La historia cuenta que Grau tuvo su primer contacto con el vampirismo durante la Primera Guerra Mundial, cuando un campesino serbio le habló de muertos que volvían de la tumba para beber sangre. Murnau, por su parte, no tenía la misma fascinación por lo oculto, pero su maestría tras las cámaras le permitió dar vida a una película con tal impacto visual, que superó los limites de su tiempo. Hoy ya un título inmortal, como un «no-muerto», un nosferatu.
Nosferatu se convirtió en una cinta maldita desde su concepción. Florence Balcombe, la viuda de Bram Stocker, nunca autorizó la adaptación de la novela de su difunto marido, y a pesar de que se modificaron los nombres de los personajes y las locaciones en donde transcurría la historia, no fue suficiente para esquivar la demanda que impondría la viuda del creador de Drácula. Balcombe ganó el juicio, y se ordenó destruir todas las copias del filme. Afortunadamente, algunas sobrevivieron, y hoy podemos disfrutar de esta joya del cine silente.

Max Shreck
Otra pieza que contribuyó a la leyenda de Nosferatu fue la figura de Max Schreck, el actor que interpretó al siniestro conde Orlok. Durante años, circularon rumores de que Schreck no era un actor convencional, sino un verdadero vampiro. Su nombre, que en alemán significa «terror», su aspecto cadavérico y su misteriosa vida (de la cual se sabía muy poco), contribuyeron a esta creencia. Incluso en Hollywood, la historia fue lo suficientemente fascinante como para inspirar la película La Sombra del Vampiro (2000), en la que se explora la idea de que Schreck era una criatura sobrenatural contratada por Murnau para lograr un realismo inigualable en pantalla.
Y ahora, el Fausto de Goethe
Si con Nosferatu no fuera suficiente, unos años más tarde Murnau dirigiría Fausto (1926), que trasladaría a la pantalla grande el mencionado clásico alemán, escrito por Johann Wolfgang von Goethe, cuya historia relataría un pacto con el mismísimo diablo, llamado Mefistófeles, interpretado magistralmente por Emil Jannings, quien seduce al protagonista con promesas de poder y conocimiento, a cambio de su alma inmortal.
Resulta inevitable preguntarse si el robo del cráneo de Murnau no es una especie de eco de las temáticas que abordó en su cine y sus vinculaciones en vida. ¿Sería posible que los profanadores estuviesen convencidos que el cráneo del director poseía algún tipo de poder místico?

Fausto (1926)
¿Qué Pasó con su Cráneo?
Las autoridades alemanas investigaron el caso, pero nunca se halló a los responsables ni se recuperaron los restos del director. Finalmente se consideró sellar el mausoleo para evitar futuras profanaciones.
Este episodio añade una oscura coda a la vida de un director cuyas obras maestras como Nosferatu o Fausto, continúan siendo una piedra angular del cine de terror y un testimonio de su capacidad para capturar lo sobrenatural en la pantalla.
A día de hoy, el destino del cráneo de Murnau sigue siendo una incógnita, así como las enigmáticas intenciones de los profanadores. ¿Descansa en la vitrina de algún coleccionista de lo macabro? ¿Forma parte de un altar en algún ritual oscuro? Quizá nunca lo sabremos.
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