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Los asesinos de la luna: codicia y racismo

Otro de los pesos pesados indiscutibles del año nos llega de la mano de Martin Scorsese con Los asesinos de la luna, o en su título original Killer of the flowers moon, que junto con Oppenheimer de Nolan, The Killer, de Fincher y el Napoleón de Scott se posiciona como uno de los estrenos más esperados del 2023. Y con justa razón.

Como es habitual, adelanto que le he dado a este peliculón nada más ni nada menos que 5 estrellitas, que (como no podía ser de otra manera con tamaño director) es una de esas películas que sonarán muchísimo en la temporada de premios que se avecina.

Los asesinos de la luna es una adaptación de un relato de David Grann, que a su vez adapta a forma de novela los hechos reales ocurridos en el condado de Osage, Oklahoma a principios y mediados del siglo XX. Donde una serie de asesinatos tuvieron lugar, luego de que el hombre blanco metiera sus narices en las tierras de estos nativos americanos, cargada de petróleo.

Encarnaciones

El reparto lo conforman los habituales, Robert De Niro y Leonardo DiCaprio (unos cracks). Y a estos se le suma una de las sorpresas de año: Lily Glasdtone (ya hablaremos de ella largo y tendido más adelante). También tenemos por ahí a Jesse Plemons (qué podría convertirse en un nuevo actor fetiche del director, siendo su segunda colaboración con Scorsese desde El irlandes en 2018) y un destacable Brendan Fraser, que como verán entra un «poquito-bastante» tarde a la película.

Como adelantaba, la gran sorpresa la dio Lily Glasdtone, que tampoco debería sorprendernos tanto luego de llevarse un Gotham Award en la categoría de Mejor Actuación Protagónica por El país desconocido (2022), de Morrisa Maltz. El caso es que, como película independiente, no tuvo la exhibición suficiente para brillar en los circulos más populares. Ahora, y gracias al nombre de Scorsese, su talento ha quedado al descubierto ya de forma masiva.

En un papel muy contenido, a Glasdtone le bastan su mirada, una leve sonrisa y pequeños gestos, para traspasar todo tipo de emociones. Toda una Mona Lisa (¡qué hasta se parece!). Y como si fuera poco, codo a codo con dos monstruos como lo son DiCaprio y De Niro (en la película también). No sería de extrañar que la veamos nominada en la temporada de los Oscar.

El mal sin redención

La historia es una fascinante, pero estremecedora crónica de un genocidio en la década del 20, producto de la codicia y el aprovechamiento del racismo intrínseco en la sociedad norteamericana de principios del siglo pasado. Lo interesante es que lo hace sin mencionar en ningún momento la palabra ‘racismo’. Scorsese, fiel a su estilo maduro, confía en la reflexión ética de su público y no encuentra necesario subrayar ciertos conceptos que en un relato como este sería hasta redundante.

La cinta nos muestra lo que podríamos llamar un racismo pasivo, no se trata de una aversión hacia los nativos americanos. Al contrario, se casan, hacen familia con ellos y es más, están dispuestos a formar vínculos afectivos aparentemente reales, como se refleja en el personaje de DiCaprio. La génesis de la maldad procede de la avaricia y del control, donde asesinar es pan de cada día conforme a una estrategia sustentada en un desinterés generalizado de la nación estadounidense por estas comunidades indígenas.

Un caso en donde el FBI se habría involucrado mucho antes de haberse tratado de una comunidad de hombres blancos.

La trinidad que sostiene la película está en el vínculo William Hale (De Niro), Ernest Burkhart (DiCaprio) y Molly Burkhart (Lily Gladstone). Siendo esta última la única cuota de dignidad e integridad moral de la película.

Scorsese define hábilmente a sus personajes nada más al entrar a escena. Ernest Burkhart es un tontarras inquieto y revoltoso, que expone su personalidad gamberra nada más al bajar del tren y empujar a un grupo de tipos que se liaban a puñetazos. Su tío William Hale, por otro lado revela sus siniestros propósitos desde la primera charla con Ernest, evidenciando su mente maquiavélica y manipuladora tras el velo falso de quien se decía amigo y principal benefactor de los Osage.

Ambos representan al mal, William Hale como la cabeza perversa y conspiradora, y Ernest como el necio ejecutor, que más temprano que tarde se ve impedido de salir del control de su intimidante tío.

Ernest es más difícil de leer y es de lejos el personaje más conflictuado, en su sencilles y credulidad, Scorsese logra que de cierto modo empaticemos con él, sin justificar sus actos. Se ve que ama a Molly y a sus hijos, pero se encuentra emocional y físicamente incapacitado de escapar del yugo impuesto por Hale.

La propuesta

Scorsese se luce de varias maneras en presentarnos este western desmitificado, un neo western en la línea de El poder del perro, alejado de vaqueros o forajidos y de los asuntos clásicos de los westerns tradicionales. Nos ofrece un relato inmoral, que pone de manifiesto el desprecio por la vida humana. Sin redención hasta el final.

Trae a la luz una cara del racismo no tan vista en los últimos tiempos, aquella que afecta a los nativos americanos. No siendo otra película más que se sume al frecuentemente citado racismo afroamericano.

Si bien es una película larga (que supera las 3 horas), reducir su extensión se alejaría de Scorsese, no sería SU película. Scorsese es un director que en los últimos tiempos ha procurado ofrecer relatos y personajes robustos en información, convirtiendo la cualidad de su cine en una experiencia más engrosada, más minuciosa en sus bordes, en definitiva, algo más real. El arte está en transmitir esa información de un modo fascinante y seductor para el espectador. Sembrando un irresistible interés en estos detalles que enriquesen a los personajes y a la historia.

Pese a ser una película que recurre asiduamente al plano contra plano, también es cierto que Scorsese nos regala secuencias que certifican su maestría con la cámara, como el momento en que el personaje de DiCaprio y De Niro que saludan, la cámara gira en torno a ellos, situando ahí el epicentro del motor narrativo. O el plano secuencia que recorre la casa de la madre de Molly hasta la aparición del búho. O ese inesperado epilogo a modo de serial radiofónico que exhibe la inventiva de Scorsese para darnos un final no predecible, aun cuando la historia real así lo requería.

La banda sonora ha sido otro de los elementos claves que ha sido objeto de elogios. Estuvo a cargo del músico canadiense Robbie Robertson (principal compositor del grupo The Band). Un colaborador y asesor frecuente de Scorsese, que lamentablemente nos dejó hace unos meses, y a quién fue dedicada la película.

Sin duda uno de los mejores trabajos del director. Una historia fascinante por lo increíble, aun siendo real. Un retrato del mal sin redención, de la codicia, de la manipulación y el control, derivado del racismo naturalizado en la Norteamérica de principios de siglo. Una propuesta seria y madura, que no persigue educar, enfatizar ni enrostrar juicios morales a su audiencia.